El Cenobio de Valerón es uno de los yacimientos arqueológicos más emblemáticos de Canarias. Lugar de almacenamiento, impresionante granero fortificado realizado y utilizado por los antiguos canarios hace más de 800 años. Los cereales tuvieron una gran importancia para la sociedad indígena de la isla, como base de su sustento biológico y socioeconómico. La población indígena aprovechó las condiciones geológicas de un cono volcánico, la Montaña del Gallego, en el que la erosión creó un gran abrigo natural de unas dimensiones de 20 m. de altura por 27 m. de ancho. En las paredes de esta cavidad, los aborígenes excavaron con herramientas de piedra y madera, alrededor de unas 300 cámaras o silos en los que guardaron granos y otras pertenencias de valor. La roca en la que se construyó el Cenobio se conoce como 'toba' y se forma por la compactación de piroclastos volcánicos, que permite ser horadada por su poca consistencia. Esta cualidad, junto con las condiciones climáticas y de humedad que existen dentro de una cueva de toba, hizo de este solapón el lugar ideal para guardar grandes cantidades de grano para consumir a lo largo del año o como simiente para la próxima cosecha. A esto habría que añadir, su extraordinaria situación estratégica que lo convertía en una auténtica fortaleza natural ubicada en una pared casi vertical que dificultaba cualquier acto de rapiña por parte de otros grupos o por los piratas que con frecuencia se acercaban a las islas en busca de esclavos, pieles o granos.
La tipología o morfología de las cámaras, así como sus dimensiones son muy variadas al igual que ocurre con cada uno de los espacios que sirvieron como puertas de las mismas, encontrándonos en muchas de ellas las ranuras que sirvieron para recibir la puerta, que podía ser de madera o lajas de piedra de grandes dimensiones. Éstas se sellaban herméticamente con una argamasa cenicienta de composición desconocida que aún se conserva en algunos de los huecos que estuvieron cerrados. Diversos autores llegan a afirmar que, en esta argamasa, se imprimía, con las conocidas pintaderas, el sello del propietario o propietarios del grano o utensilios para poder recuperarlo cuando lo necesitasen. Muchas de las cámaras están comunicadas entre ellas y poseen varios niveles de silos, que iban siendo cerrados según se llenasen.
El término 'cenobio' obedece a una falsa idea por la cual los silos o cámaras del yacimiento eran las habitaciones de un cenobio o convento en el que se recluían las jóvenes hasta el momento en que se casaban, al cuidado de las harimaguadas, especie de sacerdotisas de gran influencia social y religiosa. Una simple observación de estas cámaras invalida automáticamente esta hipótesis por el reducido tamaño de las mismas que imposibilita el que una persona pueda permanecer dentro de una de ellas. Sin embargo, si existen unas cuatro o cinco cuevas de dimensiones lo suficientemente grandes para permitir la vida en ellas, pero con casi total seguridad pertenecieron a los guardianes del granero que lo vigilarían continuamente. Aunque en Gran Canaria existen otros espacios con esta misma función, el Cenobio es único en cuanto a sus dimensiones y complejidad, resultando un yacimiento singular, destacado en el conjunto de bienes arqueológicos de la isla. Por todo ello está Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1978 y se encuentra abierto al público para su disfrute social.